Editoriales

Editorial 987

 


Odio político

 

La competencia es la ley de la vida. Compiten las plantas por la luz, por el espacio y por los nutrientes; compiten los animales y también los hombres. La competencia es un mecanismo de selección natural que garantiza la supervivencia de los más capaces.

 

La gente compite por alcanzar un estatus social, a través del dinero, del poder o de la fama, debido a que el estatus significa logros, beneficios y privilegios.

 

En tiempo de crisis surge el temor y la incertidumbre, se incrementa la competencia y las personas viven a la defensiva, tratando de imponerse a los demás o destruirlos si fuera necesario.

 

El odio político no es necesariamente irracional. Es razonable odiar a personas u organizaciones que amenazan la propia existencia o hacen sufrir. La gente suele odiar a lo que se opone a su salud, a sus ideas, intereses y bienestar. Entre las cosas odiadas por muchas personas están el capitalismo, el socialismo, el nazismo, el comunismo, el terrorismo, la esclavitud, etc. porque son percibidos como enemigos del bienestar y de la paz.

 

El odio se alimenta de la envidia, del temor, del fracaso, de la frustración, de la ignorancia, de los prejuicios, del resentimiento, de la falta de valores y de un sin fin de perversiones humanas.

En la vida real nuestros odios y amores son concretos y puntuales.
Amamos a aquellos que sintonizan con nuestra forma de pensar y rechazamos y odiamos a quienes se oponen a nuestra forma de pensar, debido a que los percibimos como una crítica a nuestra persona y como una amenaza.
Esta actitud la aplicamos en todos los aspectos de la vida, especialmente cuando se trata de política, de religión, de clases sociales, etc.

 

A lo largo de la historia, las "culturas" más poderosas han sometido a las más débiles, las han explotado, y, con frecuencia, las han aniquilado. Lo mismo ocurre con los partidos políticos.

 

Hoy, la democracia ha madurado en algunos países, pero, en la mayoría de los países existen crisis políticas profundas, debido a que hay muchos problemas graves sin resolver.
Son muchos los intereses que entran en juego en la política, por esta razón moviliza a la sociedad.

 

Cada persona se polariza de acuerdo a sus intereses y se generan fanatismos que enfrentan a unos contra otros, dando origen a odios que a veces se eternizan en el tiempo..

 

Las crisis políticas suelen ser aprovechadas por "aventureros" que saben manejar la psicología de las masas y hacerse con el poder. Una vez enquistados en el poder estimulan los odios de clases y los nacionalismos. Hoy, son muchos los países atrapados en esta dinámica perversa.


Esta ha sido, es y será la historia política de la sociedad. Quienes logran el poder por medios políticos, económicos o militares, someten a los demás, generando secuelas de frustración, odio y resentimiento.

 

Nadie nace con amor ni con odio. El amor y el odio son conductas aprendidas en respuesta a estímulos provenientes del medio ambiente. Son los padres quienes programan a sus hijos para el amor o para el odio, a través de sus mensajes, actitudes y comportamientos. Esta programación se realiza en la primera infancia, que es cuando el niño pone las bases de sus estructuras mentales.

 

Las personas evolucionadas no odian; entienden que existen personas distintas, que piensan y actúan de otra forma y tienen derecho a ser como son, a pensar como piensan y a actuar como actúan.

La regla que debe regir las relaciones humanas es el respeto a los derechos de los demás "No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti" y "Trata a los demás como quieres que te traten a ti"

 

Es necesario hablar, dialogar, escuchar, llegar a acuerdos, entender, comprender y perdonar. Puedes elegir perdonar. Siempre hay razones para perdonar, sin embargo, no es fácil perdonar porque somos hijos de la cultura del "diente por diente" pero si no perdonas, además de tener un problema con los demás, tendrás un problema contigo mismo que te corroerá la mente.

 

En el terreno político se impone la "psicología de las masas" que conduce al fanatismo, a la pérdida de la capacidad crítica, de la lógica y del sentido común.

 

Necesitamos sindéresis, es decir, capacidad  para  pensar  o  juzgar  con  rectitud  y  acierto.


Necesitamos hacer un esfuerzo todos los días para comprender a los demás y perdonar muchas cosas, sobre todo en tiempos de crisis política, económica y social, pues se activan los temores y también la violencia.

 

Las personas intolerantes justifican su actitud y sus acciones porque necesitan protegerse a sí mismas, a su familia y a su país de lo que perciben como una amenaza. Acostumbran a negar hasta los hechos más objetivos. Las personas intolerantes son fanáticas y no atienden a razones porque viven encerradas en su castillo mental, ajenas a la realidad. De aquí la importancia de aprender a manejar el diálogo y la diplomacia para evitar herir los sentimientos de los demás.

Es importante convencer por medio del razonamiento y de la verdad, pero es más importante persuadir a través del respeto y del afecto.

 

Para poder entendernos y vivir en paz y en democracia, necesitamos centrarnos en lo que nos une y no en lo que nos separa. Esta receta es aplicable en todas las relaciones humanas.

 

No podemos cambiar las cosas a ultranza, ni lograr que los demás piensen como nosotros y comulguen con nuestra ideología, solo podemos ser una luz que ilumine el camino hacia la libertad.

 

La Historia y la política tienen sus leyes y suceden las cosas porque están dadas las premisas que desencadenan los acontecimientos; de modo que, si quieres influir en los cambios políticos ve a la raíz de los problemas e invierte tu energía en mejorar aquellos aspectos que pueden generar los cambios.

 

Como todo cambio se inicia en la mente, solo un cambio de actitud mental puede cambiar las cosas.

 

 

 

 
    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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